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7 de agosto de 2009

La maripolencha



Bueno mis queridas lenchitas... les dejo el cuento del mes, cada vez se me hace mas difícl encontrar cuentos que se puedan adaptar y no sean kilométricos. Espero les guste!!!





[Adaptación del cuento La mariposa de Hans Christian Andersen]





La maripolencha iba en busca de novia, y, naturalmente, pensaba en una linda florecilla.

Las estuvo examinando. Todas permanecían calladas y discretas, como es propio de las doncellas no prometidas, puras castas y virginales como la mayoría de las bolitas de masa (o sea que todavía no son tortillas pero van para allá que vuelan).

Pero había tantas, que la elección resultaba difícil, y no sabiendo la maripolencha qué partido tomar, voló hacia Margarita, una chavita que dicen las malas lenguas que posee el don de profecía; por eso la consultan las lenchas, arrancándole prenda tras prenda y dirigiéndole cada vez una pregunta relativa a la persona amada: «¿me quiere mucho?», «¿poquito?», «¿o nada, etc.

La maripolencha acudió a interrogar a su vez, pero en vez de arrancar las prendas las besaba, creyendo que como se llega más lejos es con el empleo de buenos modales.
-¡Dulce Margarita! -dijo- Es usted la lencha más inteligente de todas, y puede predecirme lo por venir. Dígame, por favor, ¿cuál será mi novia? ¿Cuál me querrá? Cuando lo sepa, podré volar directamente a ella y ….

Pero Margarita no respondió. Se había molestado al oírse tratar de «lencha», cuando era una bolita de masa que aparte de dejarse encuerar no había hecho nada de “eso”, y entonces no se es lencha. (eso pensaba la muy ilusa) La maripolencha repitió su pregunta por segunda y tercera vez, pero viendo que obtenía la callada por respuesta, emprendió el vuelo, resuelta a buscar novia por su cuenta.

La primavera se hallaba en sus comienzos; en gran profusión florecían las nuevas bolitas de masa. «Son muy lindas -dijo la mariposa-, unas pequeñas preciosas, pero demasiado pollitas». Se había fijado en que las lenchas las preferían mayores.

Voló entonces con Dalia, pero la encontró un tanto seca, y luego con violeta, que le resultó demasiado romántica. Narcisa era orgullosa; nacaranda, plebeya; azalea, demasiado pequeña y con excesiva parentela. Una que se apellidaba manzano y se llamaba Rosa, que hoy decía que si pero mañana se arrepentía, según soplara el viento;(pinche gene voluble e indecisa) sería un matrimonio muy breve, pensó.

Entonces conoció a Hortensia que fue la que estimó más apropiada; era blanca, fina y delicada, y pertenecía a la clase de las niñas caseras, que son guapetonas y, al mismo tiempo, saben desenvolverse en la cocina. Iba ya a declarársele, cuando de pronto vio a su lado una niña con cara de tristeza.
-¿Quién es esa? -preguntó.
-Es mi hermana -respondió Hortensia.
-¡Caramba, así es como será usted más tarde!
La maripolencha se asustó y siguió volando.

El cabareantro estaba lleno de señoritas de caras largas y piel amarilla; no le gustó la especie. ¿Qué le gustaba, pues? Pregúntaselo a ella.

Pasó la primavera, pasó el verano y vino el otoño, y la maripolencha seguía sin decidirse.
Las niñas llevaban entonces magníficos ropajes; pero, ¿qué se sacaba con eso?


Les faltaba el espíritu juvenil, fresco y fragante. El corazón, cuando envejece, quiere aroma, y ésta no se encuentra precisamente en aquellas florecillas. Por eso la maripolencha se dirigió una niña llamada Lirio.

-Verdad es que no era tan bonita pero, olía rico de pies a cabeza, hay fragancia en cada una de sus partecitas. ¡Me quedaré con ella!
Y, finalmente, la solicitó.
Pero Lirio permanecía tiesa y callada, hasta que, al fin, dijo: - Bueno, pero nada más para “eso”!. Yo soy vieja, y tu no cantas mal las rancheras le dijo a la maripolencha; podemos perfectamente vivir la una para la otra, pero casarnos, de ningún modo. No cometamos sandeces a nuestra edad.

Y así fue cómo la maripolencha se quedó sin mujer. Se había pasado demasiado tiempo buscando, y esto no debe hacerse. Acabó siendo lo que se dice una lencha solterona.


Otoño estaba muy avanzado, con lluvias y tiempo turbio. Un viento frío soplaba sobre los viejos bares, cuyo interior crujía.

No daba ya gusto salir de paseo en traje de verano; pronto se le quitaban a uno las ganas. Pero la maripolencha no revoloteaba ya por el antro; por casualidad había encontrado un refugio, un barcito chiquito. Reinaba allí una temperatura veraniega, y se podía pasársela muy bien. «Pero no basta con pasarsela bien-. ¡Hacen falta el sol, la libertad y una florecilla con la cual compartir !».


Y de un vuelo se fue a bailar a la tarima. La vieron, la admiraron y, traspasándola con una aguja, le partieron el corazón, nunca falta la lencha que haga eso, la depositaron en el cajón de las lenchas raras. Más no habrían podido hacer por ella.


-Ahora ya no tengo corazón, -dijo la mariposa aunque, bien mirado, no resulta muy agradable. Tal vez nací para estar sola….
Y con esto se consoló.

-¡Pobre consuelo! -observaron unas niñas de la mesa de a lado.
-No hay que fiarse mucho de las lenchitas -dijo la maripolencha-; alternan demasiado con los bugas.

FIN

Moraleja:Si te concentras en los defectos nunca conocerás a alguien verdaderamente, demás, nada puede evitar que alguna vez te rompan el corazón.

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